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El ojiverde estaba sentado solo en la mesa en la esquina del pequeño café, su atención enfocada en el cuaderno frente a él. El suave murmullo de los otros clientes en la sala se mezcló con el fondo mientras él escribía, el sonido de su lápiz contra el papel fue el único sonido que realmente escuchó.
De repente, la puerta principal del café se abrió con un chirrido y un grupo de chicos ruidosos irrumpió, alzando la voz y riendo estridentemente. El pelingero levantó una ceja ante el espectáculo, incapaz de entender por qué alguien querría causar conmoción en un lugar tan tranquilo.
Pero entonces, para su total sorpresa, el grupo se dirigió al pequeño escenario en la esquina de la sala y comenzó a instalar sus instrumentos. La curiosidad de Edward se despertó, dejó su cuaderno y se inclinó hacia adelante, preguntándose qué tipo de espectáculo estaba a punto de presenciar.
Cuando el grupo empezó a tocar, Edward escuchó con atención, impresionado por la habilidad de los músicos. Pero a medida que la música se hacía más y más fuerte, sintió que una sensación de desconcierto crecía dentro de él. Definitivamente este no era su tipo de música preferido y el volumen se estaba volviendo insoportable.
Finalmente, no pudo soportarlo más. Se levantó de su silla, con los ojos fijos en el cantante principal. – Disculpe – , dijo, su acento británico se notaba claramente. – Pero debo decir que tu música es extremadamente alta y bastante desagradable. Te agradecería que pudieras bajar el volumen o, mejor aún, terminar tu actuación –.
El cantante le frunció el ceño, claramente ofendido por sus palabras. Pero a pesar de la tensión en el aire, el pelinegro permaneció tranquilo y sereno, sus ojos nunca abandonaron el rostro del cantante.
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Edward hizo una pausa por un momento, sopesando sus opciones. Esperaba entablar una discusión sobre el volumen, pero ahora parecía que no tenía más remedio que aceptar los términos de la pelirroja.
– Perfecto –, dijo Edward, su voz tranquila y mesurada. – Aprecio su disposición para satisfacer las necesidades de los demás clientes del café. Y para responder a su pregunta anterior, sí, tiendo a hablar extensamente cuando me apasiona un tema. Es un hábito que he desarrollado a lo largo de los años he buscado dominar el arte de la comunicación efectiva. Creo que la claridad es crucial en cualquier interacción, y que al tomarse el tiempo para articular completamente los pensamientos, a menudo uno puede comprenderse y expresarse mejor –.
El ojiverde continuó, alzando la voz con entusiasmo. – De hecho, creo que el arte de la conversación es una de las grandes artes perdidas de nuestro tiempo, y que todos nos beneficiaríamos si nos tomáramos el tiempo para escuchar e involucrarnos más plenamente con quienes nos rodean. Es algo que me esfuerzo por lograr. hacer en mi propia vida, y es algo que creo que es necesario si realmente queremos comprendernos y apreciarnos unos a otros como seres humanos –.
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Miró alrededor del café, escuchando los murmullos y las miradas de los otros clientes. – Este es un lugar de tranquilidad y relajación, no un lugar para un despliegue desenfrenado de volumen y ruido. Me temo que si continuamos por este camino, pronto perderemos la esencia misma de lo que hace que este lugar sea único –.
Edward hizo una pausa, permitiendo que sus palabras asimilaran. Luego, continuó. – Propongo que nos tomemos un momento para reflexionar sobre por qué estamos aquí. ¿Es para crear un espectáculo o para proporcionar un refugio frente al caos del mundo exterior? –.
Miró a cada miembro de la banda por turno, con ojos atentos. Anclo su mirada en el rubio teñid. – Creo que la respuesta es clara. Estamos aquí para brindar una fuente de comodidad y calidez, no sólo a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean –.
El pelinegro hizo una pausa una vez más, esperando ver si sus palabras tuvieron algún impacto en la banda. – Les imploro que reconsideren la dirección que estamos tomando y que, en cambio, se concentren en crear un ambiente que sea acogedor y agradable para todos –.
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Los ojos verdes de Edward temblaron ante las palabras del cantante principal, su expresión se volvió más oscura. No le gustaba la implicación de que no tenía derecho a estar allí, o que debería irse simplemente porque no le gustaba su música.
– Creo que no me entiendes –, dijo Edward, su enojo era claro en su voz. – No estoy diciendo que no puedas actuar, sólo que el volumen es demasiado alto. Está creando un estrés innecesario para mí y potencialmente también para los demás –.
El tono de Edward era tranquilo y reservado, pero había un cierto tono que mostraba lo molesto que estaba. No era alguien que cediera a la intimidación y no estaba dispuesto a permitir que esta conversación continuara de esta manera.
– Le agradecería que pudiera bajar el volumen –, continuó, – o al menos mantenerlo bajo entre canciones. Estoy aquí para disfrutar de una buena comida, no para estar sujeto a un ruido excesivo. ¿Es mucho pedir? –.
Edward hizo una pausa por un momento, considerando sus opciones. Si la banda se negaba a bajar el volumen, no tenía muchas otras opciones. Podía irse, por supuesto, pero no quería darle a la banda la satisfacción de ahuyentarlo. O podría quedarse quieto y seguir soportando el ruido, pero parecía poco probable que eso resultara en una velada agradable.
Respiró hondo y ordenó sus pensamientos. – Damas y caballeros –, comenzó con voz tranquila y mesurada. – No quiero ofender, pero creo que es hora de un cambio de atmósfera –.