Miré fijamente a la nada mientras frías lágrimas se deslizaban suavemente por mis mejillas, no volvería a dejar que me volvieran a lastimar, no volvería a ser la niña dulce y amable que quería ser la amiga de todos. Nunca más dejaría que por octava vez me rompieran el corazón, nunca más...

Solo tenía que aguantar el tiempo que me quedaría en este infierno, solamente quedaba un maldito año, debía ser fuerte.

Me levanté dispuesta a irme cuando alguien agarró mi muñeca firmemente, no iba a girarme, sabía perfectamente quien era.

-Suéltame.-Escupí amargamente mientras forcejeaba intentando zafarme de su asqueroso agarre.

-¿Por que me tratas a si de mal?-Una voz falsa de una niña pequeña resonaba por mis oídos, un gran escalofrío asomó por mi columna. 

-¡Déjame escoria!-Grité corriendo hacia la oscuridad, refugiándome en ella, aunque cambiara de forma sabía quién era, no iba dejar que de nuevo me engañara, me engatusara haciéndome ver realmente vulnerable a la gente, dándoles la oportunidad de lastimarme una y otra y otra vez.

-No puedo dejarte...-Una risa tenebrosa se escuchó por todo el lugar.-¡¿No ves que somos la misma persona?! Pequeña tonta.-Estalló a carcajadas.

Me encogía en el suelo, haciendome una completa bola, suplicándome mentalmente que ya no más, que era suficiente.

Mi cordura esta acabándose...