Permíteme dirigirte estas humildes líneas, brotadas desde lo más profundo de mi espíritu lector, pues me hallo presa de una congoja tan vasta como las estancias de un castillo en ruinas.
He bebido de las fuentes cristalinas de vuestra obra El dios y el inmortal, y hallé en sus letras la dulzura de mil primaveras y el filo acerado de las más crueles tempestades. Mas mi alma vaga ahora sin rumbo, pues la historia yace inconclusa, y la incertidumbre me consume cual fuego fatuo en noche cerrada.
Ruego, si los hados te son propicios, que me ilumines con nuevas noticias sobre el destino de tan magna empresa literaria para permanecer atenta a tus futuras creaciones y rendir tributo a tu pluma sin igual.
Que los dioses de las musas sean contigo y tu inspiración jamás mengüe.
Con reverencia y ansia de lector fervoroso