Algunos me tacharán de rara, de comelibros, de rata de biblioteca. Pero ellos no entienden que a mi todo eso me da igual. En cada recreo, me reúno con Cuatro en la noria. En cada cambio de clase Kvothe saca su empolvado laud y me recita romances de los que ya nadie se acuerda. Cada día, después de clase, le grito a Gaia Stone en lo que la sociedad de su época se equivoca.
Puede que yo sea una comelibros, una rata de biblioteca o lo que ellos quieran, pero soy más feliz así. Los libros me hacen sentir emociones, llorar de alegría o incluso de tristeza. Sentir la perdida de un personaje como si fuera un amigo, ya que a fin de cuentas, has vivido muchas aventuras con él.
Ellos son unos incultos, y no saben lo que se pierden. No saben lo que se siente al oler un libro nuevo, al gritar de alegría porque, al fin después de dos libros enteros, los protagonistas se besan. No tienen ni idea del chute de adrenalina que se siente cuando, después de toda una semana esperándolo, al fin ocurre, al fin se publica el capítulo en wattpad que tanto habías esperado, y que a decir verdad, te deja con más intriga que el anterior.
Y aunque ellos no tengan ni idea de nada y me compadezca de ellos, en el fondo, me alegro de su ignorancia. Me gusta pensar que las personas que se burlan de la gente que lee no tienen acceso a mi mundo, a nuestro mundo. Ellos jamás pertenecerán a osadía. Jamás montarán en una moto voladora con Jace. Jamás desafiarán al capitolio. 
Y esa parte de la historia que me hace ser feliz y olvidarme de las guerras, atentados y demás mierda; seguirá siento mía, seguirá siendo nuestra.