−Al conocerla por primera vez, me fijé el objetivo de convertirla en mi experimento personal. Empecé a relacionarme con ella con una actitud diferente a cómo los demás chicos la trataban. Aún si eso iba en contra de mi propia personalidad. Me acerqué poco a poco, con prudencia, sin cometer ni un sólo error, hasta que al final llegué al punto máximo de aquella extraña relación de amigos. Fue en ese instante en el que me di cuenta de que el científico loco no era yo, sino que me convertí sin ningún aviso en su conejillo de indias, dejándome a la deriva en su basto corazón, frío y triste. Descargó toda su tristeza en mi ser, todos sus problemas y-por muy extraño que sea- todo lo que la ensombrecía y la hacia distante a mi me parecía maravilloso y la hacía interesante. Fue eso lo que me cambió, lo que me dio la fuerza para dar a conocer mi verdadero ser. Pero ya era muy tarde. Ella ya se había a costumbrado a aquel chico frío y callado el cual yo mostraba tal cual máscara sobre mi rostro, y no lo pudo soportar, me dijo que era un mentiroso y que no quería hablar conmigo jamás, lo cual cumplió. Ahora estoy en el mismo punto de partida, con el mismo corazón, en busca de otro siguiente experimento personal.