"Matilde es una joven argentina, algo torpe pero extrovertida, con pocos amigos y muchos libros.
Niña de ojos tranquilos y tristes, de naturaleza, de gorros de lana, de mates, de alma antigua, de castillos viajeros, de luces navideñas, de carbonillas y bocetos; de películas japonesas, de dudas, de Cortázar, del Principito, de Spinetta; de tabaco y vodka, de viveros, de apuntes viejos, de fotografías analógicas, de calles desnudas, de grullas de papel, de bibliotecas y museos; de silencios, de espejos rotos, de bulbos y semillas; de adicciones, de café, de tangos, de humedad y helechos, de ventanas empañadas, de puentes en Francia, de nubes hechas jirones; de pinceles, de música clásica, de gafas grandes, de pies inquietos; de tés mágicos, de noches orgásmicas, de amaneceres; de borcegos sucios, de tierra mojada, de narices frías, de flores secas, de comienzos y procrastinación...
Con una hoja de ginkgo y una rosa en los brazos, la vida en los labios, un hilo rojo y una pregunta en el corazón. Cantando al cuerpo eléctrico. Siendo otoño con su gata Reika. 
Ardiendo, llorando, lloviendo, vibrando, escribiendo, destilando. Y así todo el tiempo".