—¿Cómo vas a poder conseguir esa ambición sin la ayuda de los dioses? —Dijo Matres, cuidadora de las montañas íberas
—Pues que los dioses caigan sobre mis pies. Que el cielo estallé y los rayos del Dios neitín me maten. Pues los sacrificios para ustedes no son nada ante el poder del bosque. Me llamo Íber, y soy el protector de éste monte. Soy Bosnerau.
—Pues. Protector del bosque aragonés. Vagarás eternamente hasta el día que Roma derroté a Neitín y pase por éstos montes.
—Y tú, protectora. Verás como mi daga atravesará lo que signifique Roma.