Empecemos por la primera vez que posas tus dedos en un libros, se siente rasposa por las puntas y liso en la tapa perfectamente impresa, lo abrís cuidadosamente porque sabes que dentro guarda tantos tesoros como cualquier caja fuerte, acercas tu cara a las páginas tanto para leer como para oler el aroma que desprende. Parece raro que lo tenga pero sí, el olor a libro es uno de los mejores. 
Entonces, es ahí cuando la magia pasa, tus ojos pasan por las letras sintiendo cada una de las palabras, transmitiendo emociones que parecen irreales que provengan de algo ficticio, te metes tan dentro de las palabras que empiezas a vivirlas. Te convertís adicto al sentimiento de perderte: de olvidar tu vida, tu mundo y conocer nuevos. 
Pasa de ser un simple gusto de cada tanto sino que realmente disfrutas de estar en tu casa, o en la plaza, o en cualquiera que sea tu lugar con una taza de café y el sonido de la lluvia o de los auriculares que tenes puestos. 
En fin, un sentimiento inefable con todo significado de la palabra. 
Agreguemosle la hermosa sensación de poner todos tus pensamientos, sentimientos y experiencias en papel. El sentir que no te quedas con nada, que hay un legado de tus palabras y estas transmitiendo algo a otra personas. 
Estar en los dos lugares ya sea el de escritor o el de lector o incluso ambos es maravilloso.