Uuppbaj

Su corazón ahora yace en la hoguera, perdido, divido, desahuciado. El dolor le hizo un arrullo, sus palabras un infierno.
          	
          	Sus ojos claro ahora como dos océanos, y sus manos que tiemblan como si un terremoto hubiera en ellas.
          	 
          	Su cabeza duele, sus pensamientos la derrumban poco a poco y, entre todos esos, hay uno que no olvida.
          	
          	Ese odio que sentía esa persona, esas palabras desagarradoras, esa impotencia que sentía de no poder volver ella misma al pasado y cambiarlo todo. Esa furia que inundaba sus adentros y la hacía querer gritar hasta quedar sin voz, queriendo que su corazón se fuera así también.
          	
          	Era un alma en pena, un ente vagando por los pasillos de su casa, un espíritu que jamás volvería a la vida. Una simple muerta viviente.
          	
          	Y entre todo el sufrimiento que estaba viviendo se dio cuenta de que su único error fue el de ser ella misma. El único error fue nacer, y querer ayudar a los demás. Todos cometemos errores, pero el suyo fue el más grande de todos.
          	
          	No olvidaría, no lo olvidaría nunca, y por ende nunca volvería a la vida, nunca renacería.
          	
          	Pero, si podía decir algo:
          	
          	El tiempo que pasó a su lado, el tiempo que lo animó a seguir, que lo acompañó y estuvo con él, fue el más feliz de su vida, y dio todo por ello.
          	
          	Puede que no de la mejor forma, pero si de la más sincera.
          	

Uuppbaj

Su corazón ahora yace en la hoguera, perdido, divido, desahuciado. El dolor le hizo un arrullo, sus palabras un infierno.
          
          Sus ojos claro ahora como dos océanos, y sus manos que tiemblan como si un terremoto hubiera en ellas.
           
          Su cabeza duele, sus pensamientos la derrumban poco a poco y, entre todos esos, hay uno que no olvida.
          
          Ese odio que sentía esa persona, esas palabras desagarradoras, esa impotencia que sentía de no poder volver ella misma al pasado y cambiarlo todo. Esa furia que inundaba sus adentros y la hacía querer gritar hasta quedar sin voz, queriendo que su corazón se fuera así también.
          
          Era un alma en pena, un ente vagando por los pasillos de su casa, un espíritu que jamás volvería a la vida. Una simple muerta viviente.
          
          Y entre todo el sufrimiento que estaba viviendo se dio cuenta de que su único error fue el de ser ella misma. El único error fue nacer, y querer ayudar a los demás. Todos cometemos errores, pero el suyo fue el más grande de todos.
          
          No olvidaría, no lo olvidaría nunca, y por ende nunca volvería a la vida, nunca renacería.
          
          Pero, si podía decir algo:
          
          El tiempo que pasó a su lado, el tiempo que lo animó a seguir, que lo acompañó y estuvo con él, fue el más feliz de su vida, y dio todo por ello.
          
          Puede que no de la mejor forma, pero si de la más sincera.