La muerte nos separa, pero nuestros corazones nos unen.
¿Es realmente la muerte el fin? Estoy en desacuerdo, es decir, aún cuando ya no estás no te olvido y no desapareces de mi mente, podrá ser el fin para el cuerpo, pero los recuerdos y tu presencia siguen en casa, en cada objeto que está dentro de ella, en las cosas que te gustaba hacer, en las frases que repetías todos los días, en el eco de tu voz llamando mi nombre.
¿Realmente existe un fin para mi tortura?
Tú te fuiste, pero yo no te dejo de extrañar cada día de mi vida.
¿Si yo muriera, se terminaría? Aún cuando mi cuerpo no funcioné más, ¿yo desparecería junto a tus recuerdos o mi alma continuaría penando junto a ellos?
La respuesta es sencilla: no lo sé, no tengo idea, no me lo imagino.
Sólo sé que tú querrías verme vivir, que hiciera cosas que seguramente te llenarían de orgullo. ¿Debo seguir? ¿Aún cuando ustedes no están?
Puedo hacerlo, puedo siempre y cuando eso me aseguré un lugar junto a ustedes. Para siempre, para la eternidad.