VeronicaRamirezAraya

Caía la tarde, ya más dorada que azul. En el horcajo de un espino, por el sendero que conduce al pinar, una ardilla se acurrucaba en forma de espiral, la cola cargada a la espalda; su cabeza se amodorraba; toda ella pena, su pata meneaba una ramilla.
          	Con sólo una triste mecha de pelo, bruna la piel, surcada, deseaba morir; nada ve ya, empañado queda el verde camino de hojas donde triscó; en su postrer, desfallecido instinto, siente cerrarse el estío, detenerse la vida, el miedo que huye para nunca más volver.
          	Por la hierba me fui de puntillas. Rondaban las abejas los brezos. Hacia la ciudad surcada por golondrinas, un sauco estaba todo lleno de tordos.
          	Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio, en mi sombra, a mi lado, vi cómo me vencía el grave pensamiento...

VeronicaRamirezAraya

Caía la tarde, ya más dorada que azul. En el horcajo de un espino, por el sendero que conduce al pinar, una ardilla se acurrucaba en forma de espiral, la cola cargada a la espalda; su cabeza se amodorraba; toda ella pena, su pata meneaba una ramilla.
          Con sólo una triste mecha de pelo, bruna la piel, surcada, deseaba morir; nada ve ya, empañado queda el verde camino de hojas donde triscó; en su postrer, desfallecido instinto, siente cerrarse el estío, detenerse la vida, el miedo que huye para nunca más volver.
          Por la hierba me fui de puntillas. Rondaban las abejas los brezos. Hacia la ciudad surcada por golondrinas, un sauco estaba todo lleno de tordos.
          Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio, en mi sombra, a mi lado, vi cómo me vencía el grave pensamiento...

VeronicaRamirezAraya

Caía la tarde, ya más dorada que azul. En el horcajo de un espino, por el sendero que conduce al pinar, una ardilla se acurrucaba en forma de espiral, la cola cargada a la espalda; su cabeza se amodorraba; toda ella pena, su pata meneaba una ramilla.
          Con sólo una triste mecha de pelo, bruna la piel, surcada, deseaba morir; nada ve ya, empañado queda el verde camino de hojas donde triscó; en su postrer, desfallecido instinto, siente cerrarse el estío, detenerse la vida, el miedo que huye para nunca más volver.
          Por la hierba me fui de puntillas. Rondaban las abejas los brezos. Hacia la ciudad surcada por golondrinas, un sauco estaba todo lleno de tordos.
          Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio, en mi sombra, a mi lado, vi cómo me vencía el grave pensamiento...

VeronicaRamirezAraya

Me siento extraña en este mundo lleno de normalidad, inencajable en este mundo del cual soy marginada. Intentando hablar sin ser escuchada, hombros en que llorar no tengo...quizá yo no los merezco, o quizá creyeron en mi falsa fortaleza. Busco el cariño por los rincones del bosque pero sólo encuentro las luces a lo lejos de la ciudad, vista panorámica perfecta para una alma tan perdida como la mía. Diría que es locura, que estoy enferma.
          Pero...soy una anomalía, el extraño enigma, la niña de ojos oscuros tristes si le ponías atención a su mirar, la que siempre en recesos huía y si  veías mejor cabizbaja vivía, con las manos en los bolsillos metidas y con una extraña sonrisa tímida en ocasiones perdidas... Le temía a los abrazos emocionales, detestaba que le buscasen cuando claramente sola quería estar para 'pensar'...intentaba hablar en clase pero las miradas le intimidaban aunque nadie comprendió eso...le daban sensación extraña un beso en la mejilla, le parecían saludos innecesarios. Para eso existían los saludos de mano según ella... Tantas cosas que hoy han cambiado... Aunque aún busca el cariño por rincones del bosque, aún busca esos abrazos que rompan sus miedos, que se hundan en el baul...pero...nadie la ha querido tranquilizar, nadie la ha querido abrazar en un silencio que no sea molesto, nadie a querido sentarse a ver las luces de la ciudad con ella...conmigo...