PARTE 1
La realidad
Cuando lo conoció tenía apenas once años, lo habían transferido a su salón de clases, tenía mala reputación. En aquel entonces ella y su mejor amiga eran todo, literalmente ellas decidían los juegos que jugarían y todo lo que harían sus compañeros, eran influyentes. El dúo perfecto. La chica buena, inteligente siempre vestía con unas medias blancas hasta la rodilla, su falda de gabardina hasta la cintura y la camisa blanca de vestir, sus cabellos largos castaño oscuro que hacia un contraste perfecto con su tez blanca, cabello que había acompañado de un lazo color marrón, o simplemente el cabello suelto. Tenía unos ojos café oscuro, labios rosados y una inocencia que la distinguía. A veces se ponía una coleta. Su mejor amiga, era lo opuesto a ella, de inocente no tenía nada, ojos negros, labios rosados oscuros y una personalidad sumamente extrovertida. Tenía el cabello negro por los hombros, un poco rizado, la cara llena de pecas, siempre usaba pantalón de gabardina y un suéter, sin importar cual, odiaba no llevarlos. De vez en cuando se trenzaba el cabello y cuando no lo hacía se lo recogía. No se preocupaba mucho por su aspecto en aquel entonces.
Las mejores amigas, siempre juntas, en cada momento eran solo ellas. Había una que otra chica que se les unía pero todas sabían que ellas se preocupaban solo por ellas dos, porque eran demasiados afines quizá. Se conocían desde niñas, crecieron en el mismo vecindario. Solo que ella se fue de allí, pero eso no cambio nada ya que ambas siguieron estudiando en el mismo colegio. Desde jardín de niños hasta la secundaria estudiaron juntas.
Cuando se enteraron que tendrían un nuevo compañero de clases la intriga les invadió. Necesitaban conocerlo y debido a la poca desvergüenza característica de su mejor amiga, al llegar su nuevo compañero le presentaron de inmediato un cuestionario de mil preguntas. Entre las dos lo interrogaron hasta más no poder. Se conocieron y fueron amigos. Amigos.