Ella camina arrastrando varias bolsas negras para la basura. Sus únicas pertenencias están amontonadas en ellas. Cuando llueve se cubre con un rotoso impermeable. La veo casi todos los días. Ella no pide nada, no me mira y yo, un poco por cobardía y otro poco por comodidad, no me acerco para ofrecerle algo. Debe haber sido muy bonita, aún conserva una lejana belleza. No puedo calcularle la edad, pero no parece muy mayor. Cuando puede  tira pedacitos de pan a las palomas. Ella duerme en la calle debajo de los balcones de las casas para demoler o de los negocios en alquiler.

Estamos en la época de Navidad. Hace 2016 años, nació Jesús que intentó enseñarnos que la caridad y el amor al prójimo eran los mayores valores del ser humano. El personalmente lo demostró. El está, seguro, más cerca de mi vecina de las bolsas negras que de las compras compulsivas, los excesos comestibles, los egoísmos familiares y la indiferencia hacia nuestros hermanos en la desgracia. Ese es el mensaje de Navidad, lo otro simplemente son efímeros adornos sin importancia.