Decían que eran las nueve de la mañana. O algo así era lo que se escuchaba en la radio destartalada de aquel motel de carretera. Althea aún mantenía en su mano la botella de vino que horas antes había pillado en una gasolinera a diez kilómetros de allí. 
Que dolor de cabeza, joder. Jodida mierda.
Tiró la botella al sofá de malas maneras soltando un gruñido que fue ahogado con el reposabrazos del sofá. Olía a alcohol barato y a cigarro del malo. Se incorporó apoyando la cabeza en sus manos y soltó un suspiro. Mierda de vino. Sentía la cabeza embotada y unos ligeros pinchazos le presionaban la sien en continuo movimiento. Ahogar sus penas en el vino de la gasolinera no había sido su mejor opción. Necesitaba un jodido ibuprofeno.


  • En alguna calle.
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