Siguiendo el mismo hilo de conversaciones, me di cuenta de que ya no había vuelta atrás. Tal vez era demasiado tarde para salir del abismo, tal vez no me desprendí cuando podía, de la oscuridad en mi alma y dejé que mi cobardía tomara las riendas de la situación en la que podía, por fin dar cara a todo aquello que me atormentaba. Sí, quizá fue eso. O quizá fue el cúmulo de emociones que sentía en ese momento, lo que me hacía pensar, que ya estaba perdida entre tinieblas y que jamás lograría salir de ahí. Porque, nuevamente, permití que mis piernas se clavaran en la tierra mojada y que el miedo se anclara a mí como si fuese el oxígeno que necesitaba para mantenerme viva. Me aferré a él, como él se aferró a mí...