Yo no envidio la historia de otros, yo escribo la mía y la enfoco con los pinceles de un artista. 

Siempre con la frente en alto, sin el temor no hay valentía.

Esta frase en particular me recuerda en realidad mis convicciones y que en realidad tengo un titán detrás de mí que solo me aplasta con fundamentos sin materiales, realidades literarias que golpean a mi cabeza y que no paran de crecer.

¿Cómo es posible? Déjame ilustrarlo.

Resulta que las ideas pueden ser igual que un pequeño lago en una montaña alta. Este lago se alza cada vez más con las lluvias de pensamiento y al final se convierte en un río que se desliza a través de la montaña abriéndose paso entre todos los obstáculos que no representan ningún impedimento para su objetivo final, el océano.

Mis ideas se representan con ese lago y literalmente no tengo control sobre ellas, crecen por si solas con cada cosa que vea, oiga o toque. Y parecerá infinito en lo que respecta a el tiempo que me queda de juventud.

También el valor juega sus cartas en esta partida de la literatura ya que labra un puente entre mis historias y el público sobre el abismo de las inseguridades. Y el egoísmo no está presente en absoluto pues ¿De qué me sirve tener una obra para mí solo? Por eso quiero compartirlo.

Compartirlo contigo ¿Lo quieres descubrir? ¡Te invito!.