—Te amo yo...
—No, no me amas. — interrumpió ella con una voz tranquila, ocultando el pesar de sus palabras.
—¿Qué? Yo si...
—Tienes el corazón roto. — volvió a interrumpir, viendo la confusión de la contraria, notando una capa cristalina encima de sus ojos. Se vió con la obligación de explicar — Tienes el corazón roto, Handrick, no me amas, no puedes amar a alguien si ni siquiera puedes amarte a ti misma. Estás ofreciendo un amor inexistente el cual ni siquiera puedes ofrecerte. Lo único que sientes de mi, es la felicidad de sentirte amada, nada más.
Y con eso salió de la habitación, aguantando lágrimas que sin que ella quisiera salieron poco a poco, dejando ver una versión de ella que no conocía, y qué solo salía con aquella chica de cabellos de arcoiris, que, lamentablemente, no correspondía aquel amor tan grande que ella sentía.