-No quiero que mueras... -los ojos del chico se llenaron de lágrimas-. Dijiste que no morirías nunca.
-¡Jah! Chiquillo ingenuo... todos morimos algún día.
No le respondió. Solo presionaba el agujero en su pecho, intentando torpemente evitar lo inevitable. Algunas grietas comenzaron a dibujarse sobre la piel pálida de aquel hombre enorme, tendido en el suelo.
-¡Ya déjame! -exclamó entre jadeos-. Hace siglos que ya no pertenezco a este mundo.
-Dijiste... que me enseñarías -replicó el chico con exasperación e impotencia-. Prometiste protegerme. Dijiste que algún día podría ser un guardián como tú.
-Qué ruidoso eres... -tosió sangre-. Esperaba un final más glorioso, y resulta que muero bajo el llanto de un mocoso llorón...
-Lamento ser tan molesto -susurró entre sollozos.
No hubo respuesta inmediata. El vampiro colocó su enorme mano sobre el hombro del chico, y lo miró con un gesto que nadie le había visto en siglos. Una expresión que no encajaba con su figura imponente.
¿Ternura, tal vez?
-No, chico... no eres desagradable -dijo con voz ronca, haciendo una pausa como si necesitara aire-. De hecho, le regalaste un poco de calidez a mi corazón inerte... algo que ya había olvidado, mucho antes de que dejara de latir.
El rostro del vampiro ya estaba cubierto de grietas negras. Un vapor oscuro se desprendía lentamente de su cuerpo.
-Maestro... -las manos juveniles de Héctor temblaban.
El cuerpo de aquel antiguo y poderoso vampiro comenzó a deshacerse en cenizas, arrastradas por la brisa. Y entre lágrimas y sollozos, Héctor pudo oír su voz por última vez:
-Gracias, Héctor.
---
Te invito a leer mi novela.
Vampiros. Reencarnación. Romance gótico.
️ Misterio y tensión en una academia con demasiadas sombras.
️️ Una historia de almas entrelazadas... A través de muchas vidas.
© Todos los derechos reservados
