_Ludiel

No creo que a nadie le interese nada mas allá de sí mismo, es una de las mutaciones de esta era, todo, absolutamente todo se desarrolla en el ego, esa especie de huevo órfico donde se cuece un extraño embrión semipútrido que un día dará a luz a un ser perfecto y bendito. Y muerto.  
          	Nadie lo vió, nunca. Esto hace que el embrión que somos  más aún sea un misterio, sea quizá una absoluta falacia. No porque yo diga que ésta imagen tan fantasiosa del huevo , metáfora aparte, es imposible de imaginar siquiera en algún recóndito lugar de la conciencia y de la inconciencia, sino porque es matemática y cósmicamente imposible verse a uno mismo, al menos no completamente, que es lo que arrojaría una idea precisa de lo que somos. 
          	"La literatura será autobiográfica algún día", dijo Henry? No sé, alguien lo dijo. Y tenía toda la razón. Tampoco se puede mas que inventar lo que uno mismo, al menos si no fué, quiso ser, u odió profundamente, que es igual que haber amado con frustrada desesperación. Y entonces aparecieron las redes, para asesinar a todas las palabras juntas, en una fosa común horripilante, en un acto de violación de lo sublime y del tiempo mismo que hay en las cadencias de los que escriben. En una inquisición que la misma masa, el escribiente, perpetra, como si los propios sabios se auto inflingieran el olvido o la idiotéz al no pensar casi lo que dicen. Pero mas aún, la imagen mas exacta de esto que se me ha ocurrido es un fusilamiento, por ejemplo durante una guerra civil, en el que se ponen contra la negra pared a brutos y poetas, a sublimes y toscos, a los que sueñan y aquellos que no tienen sueños. La muerte es un agente homogenizador, sin duda, como la abundancia, el exceso de información, la plétora de algo que crece incontrolablemente y en la que es imposible ya diferenciar absolutamente lo que es cierto, lo que no, lo bueno, lo horrendo, lo valioso, lo que es pura farsa, o lo que solo es una punta de lanza que penetra el costado del dios agonizante.

_Ludiel

No creo que a nadie le interese nada mas allá de sí mismo, es una de las mutaciones de esta era, todo, absolutamente todo se desarrolla en el ego, esa especie de huevo órfico donde se cuece un extraño embrión semipútrido que un día dará a luz a un ser perfecto y bendito. Y muerto.  
          Nadie lo vió, nunca. Esto hace que el embrión que somos  más aún sea un misterio, sea quizá una absoluta falacia. No porque yo diga que ésta imagen tan fantasiosa del huevo , metáfora aparte, es imposible de imaginar siquiera en algún recóndito lugar de la conciencia y de la inconciencia, sino porque es matemática y cósmicamente imposible verse a uno mismo, al menos no completamente, que es lo que arrojaría una idea precisa de lo que somos. 
          "La literatura será autobiográfica algún día", dijo Henry? No sé, alguien lo dijo. Y tenía toda la razón. Tampoco se puede mas que inventar lo que uno mismo, al menos si no fué, quiso ser, u odió profundamente, que es igual que haber amado con frustrada desesperación. Y entonces aparecieron las redes, para asesinar a todas las palabras juntas, en una fosa común horripilante, en un acto de violación de lo sublime y del tiempo mismo que hay en las cadencias de los que escriben. En una inquisición que la misma masa, el escribiente, perpetra, como si los propios sabios se auto inflingieran el olvido o la idiotéz al no pensar casi lo que dicen. Pero mas aún, la imagen mas exacta de esto que se me ha ocurrido es un fusilamiento, por ejemplo durante una guerra civil, en el que se ponen contra la negra pared a brutos y poetas, a sublimes y toscos, a los que sueñan y aquellos que no tienen sueños. La muerte es un agente homogenizador, sin duda, como la abundancia, el exceso de información, la plétora de algo que crece incontrolablemente y en la que es imposible ya diferenciar absolutamente lo que es cierto, lo que no, lo bueno, lo horrendo, lo valioso, lo que es pura farsa, o lo que solo es una punta de lanza que penetra el costado del dios agonizante.