Entonces, a la vista de muchos y en ausencia de sus voces, tu débil ego me arrimó hasta tu despreciable cuerpo en un tacto que yo no deseaba, en cambio, me asqueba a un grado de querer arrancarme la piel.
Y creerás que la felicidad te persigue, pero mira bien porque el grado de mi fuerza devolverá la valentía de mi existencia, seré como lo era antes de ti y como lo sería incluso después, me otorgaré mi propia paz con la ausencia de mi exuvia. Y la nueva piel no conocerá tu debilidad ni los ojos indiferentes que callaron.
Y entonces, me habré jurado con mi dolor robarte la paz en esta vida hasta el día en que los gusanos borren de tu cuerpo los rastros del mio, y en la siguiente, cuando tu alma arda en azufre por el karma de la mía para toda la eternidad.
Para toda la eternidad, lo juro.