— Mira . . . Yo . . . Lo siento, ¿Sí? —Enseñó una sonrisa que, a pesar de ser leve, dejaba ver cada uno de sus afilados dientes. Si no hubiera sido por el simple hecho de que los nervios lo estaban matando por dentro tal vez luciría intimidante, pero hasta él debía aceptar la estupidez y debilidad que daba a ver al momento. Tomó suficiente valor como para acercarse bastante al oso y rodearle con los brazos. Definitivamente aquel hombre se había vuelto loco. No estaba siendo para nada cuidadoso, más bien estaba aplastando al otro, aún así no le dio importancia, tan solo esperaba alguna reacción a aquello.