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Miraba atentamente sus manos mientras más cubría con la helada agua. Suspiró un poco y se lavó la cara mientras empezaba a hablar consigo mismo planificando su día. Pensaba en salir y no volver a su casa, lo cual era muy sencillo para ser verdad.
Y su segunda opción era empezar en la panadería junto a su madre, pero tenía años que no hablaban sin peleas en el proceso.
Esa mañana no sé había colocado su típico traje de cuero, si no una ropa sencilla para pasar el día.
Su casa estaba sola, así que empezó leyendo algunas recetas, las cuales empezó a preparar al segundo de terminar de leer.
Repetía cada instrucción que había memorizado, y cuando tuvo la masa formada, empezó a moldearla en una bandeja.
Después de estar casi toda la mañana horneando, su casa tenía el cálido olor a pan recién hecho. Comenzó a probar sus creaciones, tenían un buen sabor, así que decidió repartir un poco al pueblo.
En una canastilla metió todo y sin faltar, se colocó su caperuza negra. Al salir tomó el antiguo camino a la cabaña de su bisabuela, donde una que otra vez se escabullia para estar solo.