Eran alrededor de las dos menos cuarto de la madrugada, hora a la que solía estar en los rincones más oscuros de la ciudad, ya sea por sombra o por simple niebla que dificultara la visión a tres metros, paseándose tranquilamente. Estando sumergido en sus pensamientos, empezó a escuchar en la lejanía un familiar sonido de zapato al chocar contra el suelo paso a paso.
Sí, era común que hubiera otras personas caminando a altas horas de la noche, pero nadie tenía esa misma suela. Una suela tan limpiamente trabajada, con un pequeño tacón que sonara al caminar, que nadie en el barrio de Whitechapel podría permitirse comprar. Alzó su mirada, y se topó con la silueta del sombrero que este poseía sobre su cabeza, y le fue imposible no sonreír muy ligeramente ante la idea de volver a encontrarse consigo mismo. Al ya estar lo suficientemente cerca, se detuvo, e hizo una seña de saludo con su mano.— Buenas tardes, buen señor de la noche.