_pxnther
alguien saque rolecito, le hago a lo que sea ':(
@_pxnther
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alguien saque rolecito, le hago a lo que sea ':(
alguien saque rolecito, le hago a lo que sea ':(
reinicio en proceso, sisisisi
y si… ¿reinicio el rolecito?
que muerto está esto
me duele la espalda
¿rolecito?
Buenas, me gustaría saber si gustaría algún rol con un activo
Yong Tae-Yang se ha ido a tomar unas vacaciones del roleplay Omegaverse, a lo mejor traigo otro Oc, ya veré. pero por ahora
Henry
Tae-Yang
Dong-hae
andan de vacaciones jaja
Aaaah que bellos escritosss
hey!!! mis exámenes al fin acabaron y quería preguntar si gustas que tengamos un rol n n
Otra vez estaba en el frío, en un lugar en blanco con una eterna nevada elegante, cada copo de nieve, diferente al otro, tamaño, hasta su danzar distintos a los demás. Dejó salir el aliento cálido de sus pulmones sin sentir dolor cuando volvió a respirar, era un frío que no le hacía secar su garganta, no, era agradable, cada paso que nada hacia delante solo podía apreciar lo mismo, la nada, como si no hubiera un rumbo que seguir, todo era un plano de nieve que apenas podía cubrir la suela de sus botas.
Miró alrededor sin tener nada en particular hasta que, comenzó a ver algo verde a lo lejos, una sensación de ansiedad se encendió en su pecho y comenzó a correr hacia allí, respirando agitado con cada zancada que daba, su aliento saliendo de sus labios cuando comenzó a jadear por el cansancio porque por más que corría, ese lugar permanecia estático. Y eso mismo lo hizo tropezarse con sus propios pies cayendo de lleno en la nieve, boca abajo, pero no hubo dolor, solo un momento de confusión como si estuviera desorientado.
Fue entonces que se incorporó, se dió cuenta que estaba en un bosque, no de esos bosques densos y húmedos, no, eran de esos que te dan una vista agradable por la cantidad de flores y pequeños caminos de tierra, además de la sombra que daban los árboles, dejando una sensación fresca. Se quedó de rodillas, confundido hasta que una vocesita lo sacó de su ensoñación y vió esos grandes ojos color café, su cabello azabache algo alborotado.
— ¡Dima! Te estuve buscando todo este tiempo ¿Qué pasó contigo? — Le había dicho, pero Dimitri ni siquiera podía salir de su parálisis hasta que, abrazó con fuerza a “Sasha” apretandolo contra su pecho y conteniendo sus lágrimas en sus ojos azules — ¿Dima? —
Y todo fue de golpe, Dimitri se despertó de sopetón en su cama, sudando y respirando agitado, miró alrededor tocándose en pecho. — Alexander... — Llamó muy bajo, mirando a la ventana, estaba nevando y comenzaba a hacer frío, soltó un suspiro frustrado sabiendo que, después de ese sueño, ya no dormiría.
La celebración era perfecta. Las paredes del salón estaban decoradas con telas carmesí y doradas, los emblemas de dos casas unidas flotaban entre estandartes que bailaban suavemente con el viento de primavera. Las copas estaban llenas, la música de cuerdas flotaba delicada, y las sonrisas formaban parte del protocolo. Una boda real. Una alianza política esperada, cuidada y bendecida.
Y sin embargo, en medio de aquel esplendor, Seon-ho —el Rey del Norte, un Alfa coronado por respeto y fuerza— se sentía como el único cuerpo frío en una hoguera encendida. Su trono de mármol oscuro, situado a unos cuantos pasos del altar ceremonial, lo mantenía erguido y digno. Pero por dentro… se estaba deshaciendo.
No era su boda. Era la del Alfa que amaba. El único que alguna vez le hizo sentir más hombre que rey. El único que, por las leyes de su mundo, jamás pudo llamar “compañero”. Ambos eran Alfas. Poderosos. Incompatibles según el Consejo. Pecado según los sabios. Una amenaza a la pureza del linaje, según los que redactaban las reglas que ahora, con ironía, bendecían el matrimonio con una Beta desconocida pero conveniente.
Todo lo que Seon-ho había amado en secreto estaba a punto de convertirse en esposo de otra.
Nadie notaba su respiración contenida, ni cómo sus dedos acariciaban con amargura la copa de vino que tenía en la mano. Todos reían, comían, aplaudían. La belleza de los novios se celebraba como una victoria del reino. Pero el Rey no miraba belleza alguna. Solo veía una traición involuntaria, un sacrificio inevitable.
Había ordenado que se tocara una melodía solemne para el vals de los recién casados. Dijo que era una pieza ancestral de su tierra, pero en realidad… era la canción que solía tararear en privado mientras pensaba en ese Alfa. Aquella melodía lo acompañó en noches de deseo reprimido y cartas quemadas. Ahora, sonaba libre, sin pertenecerle.
Y mientras el salón reía y las parejas bailaban, Seon-ho alzó su copa por última vez. Brindó sin hablar. Nadie notó que no bebía. Nadie vio cómo su mirada se llenaba de algo más rojo que el vino.
No hubo masacre esa noche. No hubo espadas ni gritos.
Pero en el corazón del Rey, se celebró una boda roja.
Porque el amor no murió de forma brutal, sino con elegancia, frente a un altar.
Y lo enterraron con copas llenas, con flores frescas, con los aplausos de todos… excepto los suyos.
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