aaromerie

«Liberados del excesivo amor a la vida, 
          	de la esperanza y el miedo, 
          	agradecemos con ánimo ligero 
          	a los dioses que puedan existir 
          	que no haya vida que por siempre viva, 
          	que los muertos no se puedan levantar, 
          	que hasta el río más cansado 
          	llega serpenteando a la mar.
          	No despertará luego el sol ni la estrella,
          	ya no habrá cambio de luz;
          	ni sonido de aguas movidas,
          	ni sonido alguno, ni visión;
          	ni hojas invernizas ni vernales,
          	ni días, ni cosas diurnas:
          	sólo el sueño eterno
          	en una eterna noche.»
          	— Stanislav Lem. "La voz de su amo".

aaromerie

«Liberados del excesivo amor a la vida, 
          de la esperanza y el miedo, 
          agradecemos con ánimo ligero 
          a los dioses que puedan existir 
          que no haya vida que por siempre viva, 
          que los muertos no se puedan levantar, 
          que hasta el río más cansado 
          llega serpenteando a la mar.
          No despertará luego el sol ni la estrella,
          ya no habrá cambio de luz;
          ni sonido de aguas movidas,
          ni sonido alguno, ni visión;
          ni hojas invernizas ni vernales,
          ni días, ni cosas diurnas:
          sólo el sueño eterno
          en una eterna noche.»
          — Stanislav Lem. "La voz de su amo".

aaromerie

«...Sin embargo, veo cada vez más distante la posibilidad de pertenecer a mi musa; no así como la vez primera, que con su presencia me creí más cerca el paraíso, más próximo al oblivion eterno.»
          — Aarón Romero. "A mi musa".

aaromerie

«...Cuánto hubiese querido rozar e impedir que se alargase el caudal de aquella lágrima que escurría a través de su mejilla. Esa lágrima era mi estigma de esperanza; aunque, por más lágrimas que derramases, jamás me pertenecerías.»
          — Aarón Romero. "A mi musa".

aaromerie

«...Y cuando por fin dijiste que ya no tenías ganas de nada, caminé por esa calle –que era la misma calle de siempre–, pero el tiempo –que ya no se hacía llamar tiempo–, dijo tranquilamente que no iba a volver más por ahí.»
          — Emilio Rodríguez. "De cuando reías".