«Liberados del excesivo amor a la vida,
de la esperanza y el miedo,
agradecemos con ánimo ligero
a los dioses que puedan existir
que no haya vida que por siempre viva,
que los muertos no se puedan levantar,
que hasta el río más cansado
llega serpenteando a la mar.
No despertará luego el sol ni la estrella,
ya no habrá cambio de luz;
ni sonido de aguas movidas,
ni sonido alguno, ni visión;
ni hojas invernizas ni vernales,
ni días, ni cosas diurnas:
sólo el sueño eterno
en una eterna noche.»
— Stanislav Lem. "La voz de su amo".