Hace un par de meses se me ocurrió que existen personas cuyos hombros soportan cargas más grandes de lo que podemos imaginar.
En silencio, cual secreto universal, trabajan día a día para cuidar de aquellos que los ignoran.
Son estos trabajadores invisibles los que nos mantienen con vida. Los que resguardan nuestra felicidad.
Y en cierta forma dependen del anonimato para continuar con su trabajo. O se verían tapados por demandas de quienes reclamen merecer algo más...
Se me ocurrió también que muy pocas cosas están libradas a la suerte. Y que la suerte (sólo a veces) no es tan azarosa como parece.
Entonces, a partir de estas ideas y de la imagen de un hombre con la humildad de un artesano, empecé a construir el personaje de Horacio. Un pibe con el destino de un hombre.
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