Escalo el arbol y le sonrio a la joven, cerrando sus ojos. ¡Ambas tenian el mismo actuar, incluso la catalogaba de dulce, como lo era ella! Aprovecho a acomodarse a el lado de la misma, observando atenta las mariposillas desaparecer de la vista de sus azules orbes, suspirando y haciendo a un lado su cabello, susurrando lo traidoras que eran.
Si estuviera en otro caso o conversando con un mayor de edad se hubiese puesto insoportable, reaccionando de manera violenta, pero por alguna manera, se sentia identificada con la pelinegra, puesto que la tomaban por infantil ante su comportamiento, a pesar de defenderse diciendo que era una manera diferente de ver el mundo.
—¿A ti tambien te dejaron en este lugar? —pregunto, dedicandose a prestarle atencion a la chiquilla, sorprendiendose al haber actuado de una forma descortes, acomodando los tirantes de su blusa en los hombros—. Oh, por supuesto; ¿como te llamas? Me encanta tu cabello y tus ojos son muy lindos.