“Y finalmente se dio cuenta, nada valia la pena, todos la abandonarian… Hasta ella misma lo haría, de hecho, ya lo había hecho hace mucho tiempo.
-¿Por qué me tienes que tratar así?.- Se preguntaba una y otra vez.
Se supone que la vida no tienes sentido si pierdes la esperanza. Ya nada importa, ya nada sucede.
-Sólo déjate ir como una hoja, tus problemas no pueden ser tan malo.- Le decía su amiga, pero ¿Ella que sabía? Jamás había sido realmente infeliz, lo tenía todo.
Cuando la veía acercarse a ella, simplemente su autoestima caía hasta lo más profundo del abismo. Ella era hermosa, femenina, divertida y social; jamás podría llegar a ser como ella.
-Vamos… vamos, deja de torturarte, puedes aguantar un poco más- Sabía que aunque se lo repitiera un millón de veces, no era cierto.
Así que se acerco al cajón, tomo las pastillas para dormir de su madre. Eran pequeñas, así que las vació todas en su mano, las tomó y llorando dijo:
-A ver si con esto puedo dormir, estoy cansada.”