Algunas personas nacen huérfanas, otras ven partir a alguien cercano, a algunas les han arrancado su inocencia de una manera abominable, suelen diferenciarse de aquellas que han nacido con la vida comprada. El dolor nos marca como si fuéramos ganado, dejando cicatrices en el corazón de cada uno de nosotros, que en ocasiones si nadie puede sanar, nos harán llegar directo al matadero. Yo apuesto todo a aquellas personas que traen consigo en todo momento su espada y escudo, hablo de esas que saben que en cualquier momento pueden ganar o perder la batalla diaria que todos, o en su mayoría, enfrentamos sin darnos cuenta.
Son dignas de admirar, de aprender de ellas. Se merecen tomar el tiempo necesario para mirar a través de sus ojos y visualizar un cortometraje bien dirigido, que te hará, sin duda, estremecer tus sentidos, reconsiderar tus acciones y el porque de ellas. Son expertos en ello, los hijo de puta. 
Estas personas que probablemente lleven consigo su cajetilla de Marlboro rojos harán que te claves en sus historias sin importar el olor nefasto del cigarro y sus dientes amarillos por el café diario que sirven en sus tazas de plástico. Vicios, si. Después de todo, secuelas tenían que quedar.

Deben saber que no todo lo que escribo es ficción.