En el vasto e intrincado tapiz del universo, las líneas del tiempo se entrelazan y bifurcan como hilos en un telar cósmico. En una de estas líneas, se desarrolla la historia panhumana, nuestra historia, la que conocemos como la senda natural de la humanidad. Esta línea, conocida como el flujo principal de la Historia Panhumana, ha sido testigo de la ascensión de imperios, revoluciones y descubrimientos, todo conducido por la mano del hombre.
Sin embargo, en las sombras de la existencia, hay otras líneas que se separan de este flujo, trayectorias que se desvían en giros inesperados. En una de estas realidades, los eventos que definen el destino de naciones tomaron caminos sorprendentes. En esta línea alterna, Josefina Francisca de San Martín, una figura desconocida para nuestra historia, asumió el rol de libertadora en lugar de su padre, José de San Martín. Ella guió las campañas de emancipación con la misma determinación y nobleza, pero su presencia cambió para siempre los destinos que habríamos reconocido. Los héroes y villanos de su tiempo fueron distintos, y las fronteras de su mundo se trazaron con diferentes pinceladas.
En otra bifurcación aún más distante, la Historia Panhumana fue suplantada por entidades mitológicas. Aquí, los humanos no existieron, y en su lugar, seres de leyenda, dioses y criaturas del mito caminaron por la Tierra. Sin embargo, como si la trama del destino fuera inflexible en sus formas, los eventos de esta línea reflejaron, de forma inquietante, los momentos clave de nuestra propia historia. Las guerras, las alianzas, las traiciones y los amores que dieron forma a la civilización humana fueron vividos en esta tierra de seres mitológicos, aunque bajo las reglas y fuerzas de un mundo mucho más arcano y primigenio.
Así, las líneas temporales convergen y divergen, creando un multiverso donde la historia no es un solo relato, sino una sinfonía de versiones alternativas.