Ichy ve a Soren por primera vez en la biblioteca o en un pasillo tranquilo. Lo que inmediatamente capta su atención no es la palidez o la altura, sino la bufanda. Es un punto en común, un objeto de confort que Ichy comprende instintivamente y le dibuja una gran sonrisa en el rostro.
Ichy no se acerca de golpe, cómo haría usualmente dando saltitos como Golden retriever. Se queda a una distancia respetuosa, jugueteando con los extremos de su propia bufanda roja. Su mirada no es de curiosidad intrusiva, sino de reconocimiento, como un coleccionista que ve un objeto familiar. Deja que Soren lo note, si quiere.