No me gustan para nada los regalos de San Valentín. Por eso no me gusta regalar nada, la verdad. La persona que amo, no merece un regalo para demostrarle mi amor, no merece un texto en cada una de mis redes; presumiéndolo, no merece que le de amor delante de todos cuando a solas con gusto lo haría. Mi amor lo demuestro con simples palabras, y a veces quedan cortas. Las acciones valen, lo sé. Por eso, la mejor acción que pueda cometer, que es el mejor regalo, es mi presencia. Dándoles las gracias por la satisfactoria presencia y el aprecio, apoyo, compresión, que han tenido en toda mi desastrosa vida. Dándoles esa seguridad de que estaré con ellos, al igual que como ellos lo hicieron conmigo. ¿Realmente un regalo importa? las palabras se recuerdan por toda una vida y permanecen en tu memoria por siempre. No cómo un simple y sencillo regalo. Las palabras son delicadas, por eso, hay que pensar antes de hablar, ya que, es algo que jamás se olvida. Por eso, quiero que sepan, que cuando digo “te amo” lo digo de corazón, de alma. No sólo por decir. Esas palabras salen especialmente para esa persona, porque eso es lo que ha logrado en mí; ganarse un espacio en mi corazón.