El vino no es el mismo si no lo bebo con el que en realidad es la causa de mi embriaguez y quién es el portador de un aroma a rosas. Es inexplicable aún cuando el vino no ha cambiado de sabor, aún cuando tú le diste otro sabor estando o no conmigo. Porque ni siendo un beaujlais o un château margaux cambia el hecho de que la necedad de ver esas dos copas, éste presente. Cariño, toca la puerta de la habitación que no puedo más con este dolor llamado extrañarte y es absurdo que hasta el dolor y sufrimiento tenga nombre como si su clasificado fuera necesario como el de aquellas marcas de vinos, ya sea tintos o blancos. Pensar o no pensar, porque si pienso más entonces diré que cualquier tipo de vino está bien, que mientras sea vino está bien y no está bien porque el amor lo deseo de ti, y que si la frase es sustituida por un "mientras sea amor está bien" no, no está bien porque todos correrán como si fueran ofertas y el amor no es una oferta. Quiero este tipo de amor, el tipo de amor que venga de ti.
Cariño, dame una copa, solo saca el vino y no preguntes que marca es, no quiero volver al dilema del vino solo es vino, solo sirvelo en las dos copas sin ver el precio como cuando comencé a amarte, yo nunca pregunté si tu amor tenía buena calidad o cuanto valía. Entregame la copa que quieras si de todas maneras la dejaré de lado porque incluso sin haber bebido de ella ya me habré embriagado con el aroma a rosas que posees.
Amor mío, dejemos las copas servidas en la mesa, no hace falta beber el líquido que hay en ella cuando de tus labios obtengo el fruto fresco con el que se obtendría el mejor vino. Te dije que el vino no era el mismo si no estabas conmigo, pues no es lo mismo un vino bebido por pena a una copa de vino servida en la mesa acompañada de chasquidos por los besos que ansían sentimientos de deseo y cariño.