Y después de tantos comienzos y caídas, puedo decir que aprendí los caminos que tomaba, los predecibles poemas que escribía en cada una de mis facetas, y el olor de mi sangre al chocar contra el suelo.
Ahora tengo que decir, con todo el dolor de mi corazón, que esa poesía jamás quitó el sufrimiento que me atormentaba, pero vaya que le dió buenas razones para dolerme.
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