—¡Intenta redimirte! ¡Mátame antes de que me convierta en uno de esos monstruosos caníbales! ¡Mátame! ¡Te confíe la carta! ¡A ti y a nadie más! ¡Sácame de esta tortura!
Thomas intentó desprenderse de él, pero su amigo era muy fuerte.
—No puedo, Newt, no puedo.
—¡Arrepiéntete de lo que hiciste!—las palabras salían como látigos haciendo temblar todo en su cuerpo. Después su voz se convirtió en un suspiro áspero y urgente—. Mátame, maldito cobarde. Demuéstrate a ti mismo que puedes hacer lo correcto. No me hagas sufrir más.
Las palabras de Newt horrorizaron a Thomas.
—Newt, tal vez podamos...
—¡Cállate! ¡Yo confié en ti! ¡Hazlo de una vez!
—No puedo.
—¡Hazlo!
—¡No puedo!—gritó. ¿Como podía pedirle que hiciera algo así? ¿Como podría matar a uno de sus mejores amigos?
—Mátame o yo te mataré a ti. ¡Hazlo! ¡Mátame!
—Newt...
—¡Hazlo antes de que me convierta en uno de ellos!
—Yo...
—¡MÁTAME!—rugió, y luego sus ojos se iluminaron como si hubiera recibido un último soplo de cordura y su voz se suavizó—. Por favor, Tommy. Por favor.
Al apretar el gatillo, el corazón de Thomas se desbarrancó por un abismo negro.