A veces todavía puedo recordarlo. 
Un grito, una palabra, un paso demás y todo se activa. 
Pierdo el control. 
Y me he ido muy lejos para entonces, como si pudiera recuperarlo. 
Nosotros. 
Los otros que habitan en nosotros, que se quedan y jamás se van. 
Nosotros. 
Hechos de todo y de nada, perdidos y encontrados. 
Es encender los demonios que todos llevamos dentro. Es como perderlos y perdernos, como matarlos y matarnos. 
He aprendido a dejarlo vivir conmigo, atado. 
Con su correa corta, detrás de mi pero nunca lejos. 
Siempre cerca, haciéndome saber que jamás estaré sola. 
Que en las mañanas donde reine la paz ella podría ser destruída por ÉL, que lo consume todo cuando pierdo el control. 
Por ÉL que desvela mis noches y convierte mis días de sol en pesadillas. 
Nosotros. 
Los otros que habitan en nosotros susurran cosas a nuestros pobres oidos, y a veces escuchamos otras ignoramos no queriendo escuchar. 
Pero jamás estamos solos. 
Nosotros. 
Hombres y mujeres libres pero encerrados, atados, azotados por nosotros mismos. 
Nosotros. 
Que nos consumimos una y otra vez, que nos hacemos daño. 
Nosotros. 
Que nos amamos con tanta pasión como si fuera a acabar mañana. 
Nosotros. 
Los de antes que no somos los mismos porque hemos cambiado. 
Los de ahora que mantienen su escencia aunque se han olvidado. 
Nosotros, siempre nosotros, yo, ellos, todos luchando, viviendo, gritando.