Estoy luchando por no permitir que mi corazón se enamore, pero todos mis esfuerzos- por tanto que yo quiera- han sido nulos. La razón le dice al sentimiento que, de alguna forma, se entierre y no salga de donde sea que se haya metido; pero creo que este corazón necio no quiere hacer caso, no accede a la justificación de la razón, no acepta una negación.
Este sentir me envenena, me penetrar como puñal de hierro hasta hacerme sangrar, hasta la médula, hasta que todo se confunde con dolor, pero también con placer. Sus labios dibujan en los míos sonrisas, su voz me arrincona en la esperanza, su risa me lanza del risco mas alto hasta que sus pensamientos me tiran al suelo de la felicidad.
Me vuelve loca la emoción. Me enfurece sentir lo que no puede ser sentido, me lastima la facilidad con la ha entrado a mi ser, llevándose toda tranquilidad y dejándome con un racimo de nervios feroces que me persiguen en sueños.
Me irrita la atención que, de alguna manera obsesiva y constante, le he prestado. Me molesta la vida que estoy invirtiendo, las ilusiones que al final no valdrán nada.
Sufriré, lloraré y mi corazón, de nuevo, perderé.
¿Qué piensan? ¿Alguna vez desearon, con anhelo desgarrador, no enamorarse de alguien, pero al último fue sumamente inevitable?