La apertura de la pared cilíndrica daba al patio de armas, donde se luchaba con fiereza en torneos mensuales con poco dinero como precio de entrada. Podía ver, desde aquella apertura, mirando a lo lejos, más allá de la muralla, el gran campo de olivos que se extendía. Había pequeños lugares aislados con pinos, sauces, o higueras cubiertas de parras. Cómo llegaba de regreso, no se percató de que el duende ya no estaba. Quería dormir. Estará durmiendo en algún calcetín, pensó antes de hacerlo. Durmió tanto que despertó en una madrugada negra, rara y sombría, pero despertó acompañado, y extrañado. Había una bella mujer en su cama, una diosa de cabello plateado durmiendo junto a él.
Hola, ¿Me das tu opinión?