Estoy convencida de que el vidrio infectado del aula, cercenado por los rayos del sol cada seis de la mañana en marzo, las basticas dibujadas en los bancos, la zanja de cadáveres que hay entre las ventanas del baño de las chicas, las mesas asquerosamente obligadas a madurar tras el trauma de ser ahora seres putrefactos por atrás.
Llenos de tinta
Desperdiciada.
Chicles
Desabridos.
Humedad.
Destrozando todo lo que hoy no sabe defenderse. Igual que un adulto
que lo único quería
aprender a crecer.
También será arte si se expone ante los ojos apropiados.