
bunnyelite-parhelio
alistair ㅤ⋮ㅤ ¿Cómo es que llegaron a esto? A veces realmente se cuestionaba si lo alejaba con demasiada fuerza y por eso terminaba así, era él quien en realidad se exaltaba un poquito más de la cuenta al escuchar las tonterías capaz de salir de esa boca o solo ese idiota tenía demasiada mala suerte para crear toda esa cadena de acontecimientos que a veces casi podían rozar en lo ridículo… Tal vez él mismo era el de la mala suerte y al tocarlo se la transmitía. Después de todo, si tuviera buena suerte no tendría que estar aquí justo ahora, en este lugar, encontrando cada día un pequeño refugio en ese par de minutos de lo que se convencía se trataban de las primeras muestras de afecto reales de ella, así sean a cambio de tener que hacer esa clase de… Pero, entonces, ¿por qué empezó a sonreír? Alistair cerró los ojos por un momento, soltando un suave bufido a la par que fruncía su entrecejo, volviendo a aquella mirada acusadora dirigida únicamente al tonto que inevitablemente tiene a su lado, nuevamente lastimado sin querer. Aunque nunca faltaba la ocasión en la que realmente era muy sencillo convencerse de que se lo merecía.

bunnyelite-parhelio
—Listo~ —canturreó por lo bajo, agachándose mientras se apoyaba en los hombros de este, demasiado cerca para admirar su propio trabajo o solo por la necesidad de que solo él lo escuche, casi compartiendo una especie de secreto que el resto no debería enterarse. Se sentía más entretenido, más feliz, aunque Damián no pudiese verlo, era clarísimo que estaba sonriendo con ese toque de burla y diversión—. Quizá es culpa de tu cabello por lo que no puedes ver con claridad por dónde caes. Y viéndote bien, tal vez con este nuevo estilo sí podría verte como un sicario competente. Cuando pones esa cara de pocos amigos con esa mirada amenazante y a pesar de lo curiosito que te ves al arrugar tu nariz, ya lo pareces un poquito. Así estés cubierto de colores ahora —juguetón su índice derecho se posó en la mejilla ajena, presionando un poco, tanteando el terreno hasta encontrar la curita que él mismo había pegado. Ladeaba su cabeza al tratar de buscarla. Disfrutando de ese pequeño lapso de tiempo antes de irse a trabajar de verdad.
•
Reply

bunnyelite-parhelio
Su presencia se delataba. Una suave melodía se deslizaba a través de sus labios, pareciendo tararear alguna canción a la par que sus dedos se sumergían en la caballera oscura, deslizándose con lentitud, peinando los largos mechones oscuros. Cuantas veces le fueran necesarias hasta que quedase lo mejor posible al usar sus propias manos como un cepillo para el cabello. Ya ni pareció importarle quien pudiese verlo hacer tal acción en ese lugar. Solo siguió, como si realmente le fuera indispensable, o quizá al mismo tiempo le era agradable esa tenue calidez que sentía bajo las yemas de sus dedos con cada pequeño contacto entre ellos dos. Sujetó todo el cabello en una coleta baja, dejando solo libres ese par que colgaba a los lados y el flequillo que era demasiado corto como para tomarlo a esa distancia, además de algún otro cabellito rebelde que quisiese escaparse. Con el mismo lazo que estuvo atado a su cuello, envolvió el cabello para mantenerlo sujeto en esa posición. El estilista no era él, pero no le molestaba haber hecho ello y quizá no había quedado tan mal.
•
Reply

bunnyelite-parhelio
Sin pensarlo sus dedos trataron de acomodar ese mechón de cabello azabache detrás de la oreja, cosa imposible cuando quizá por el lacio volvía nuevamente a caerse como si esa fuera su única posición posible. Sin embargo, en ese efímero segundo que duró, sus azules se prendieron en una pequeña chispita y sus labios se entreabrieron por un instante antes de sonreírle a aquel carmín como si se le hubiese ocurrido la mejor idea. Y quizá no debió pensar en ello. Pero antes de meditar sus ideas —por lo menos tres veces para no cometer errores— ya se había puesto de pie. Sus brazos subieron con naturalidad hasta su cuello, con la misma calma de quien se arregla en la privacidad de su habitación. Ahí, sus dedos se deslizaron hasta su cuello, encontrando el nudo de aquel lazo traslúcido que lo adornaba, mismo que no titubeó es desatar, en deshacer poco a poco tan delicada prenda. El lazo cedió con facilidad, resbalando por las suaves curvas sobre su piel, dejándola al descubierto. Frente a él. Frente a Damián. O, mejor dicho, frente a cualquiera que tuviese el suficiente tiempo libre para entretenerse viendo a los demás. La curiosidad nunca estaba de más en las personas, más cuando se puede atraer miradas a través de los sentidos. Porque entre ellos dos se podía percibir con mayor claridad aquella dulce fragancia, una que solo debería sentirse al invadir por completo su espacio personal; pero ahora ahí estaba, impregnandose en el ambiente, en su ambiente. Al parecer se trataba de aquel lazo: contenía un poco de su aroma por haberlo encerrado, o tal vez solo se percibía con más intensidad tras pasar tantas horas anudado a su cuello, como si se hubiese robado una parte de él. Y aunque la fragancia llegaba suavemente a su nariz, era suya, obviamente estaba acostumbrado a ella, pues no le dedicó mayor importancia ni se detuvo. A los pocos segundos, con el lazo en las manos, entusiasta se posicionó detrás de Lacrontte.
•
Reply