¡tendrás una obra maestra en tu espalda, ya verás! / acatando la indicación que le había dado su mayor toma su plumón permanente, eligiendo así para la ocasión el tono que sentía que se asemejaba más a la fémina; rojo pastel. llegando a partir de pequeños saltos se coloca detrás de su persona, haciéndola sentarse y ayudándola a qué la blusa que portaba en esos instantes no fuera a ser un problema en el trayecto. destapa el plumón con su boca, tirándolo a otro lado y comenzando con lo dicho, comienza a dibujar diversas plantas pequeñas justo en el centro de su espalda, haciendo unas más especiales que las demás ya que con sus ramas atravesadas y sus flores reluciendo parecían que estaban abrazadas; acompañándolas de unos copitos de nieve que representaban el primer apodo que le había puesto y unos corazones que representaban lo mucho que ya la amaba. acabando por mejorar ciertas cosas, murmura por lo bajo un ‹listo›