Viserys jadeó exhausto. —Tú otra opción era fortalecer la línea sanguínea... ¿Habrías preferido casarte con Aemond? De ser así, cambio los planes inmediatamente... —frunció el ceño. —No lo entiendo, Aemma, siempre creí que, llegado el momento, serías la única que no me daría problemas... ¿Dónde está tu sentido del deber? ¿Dónde está la hija que creí tener?