—Padre mío —comenzó, y Clary oyó a Alec inspirar profundamente—. Padre mío, que estás en el Infierno, malaventurado sea tu nombre. Trae a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad tanto en Edom como en el Infierno. No me perdones mis pecados, porque en ese fuego de fuegos no habrá ni cariño, ni compasión, ni redención. Padre mío, que haces la guerra en lo alto y en lo bajo, ven a mí ahora; te llamo como tu hijo y asumo la responsabilidad por invocarte