Si bien venimos de una historia cultural de sobrevaloración de la razón, en realidad,  nada hacemos que no esté definido por una emoción que lo hace posible. Previo a cualquiera acción,  existe una EMOCIÓN, que la crea, la impulsa y la sostiene.

Si realmente queremos entender las acciones humanas, al observar los movimientos, los actos, los decires, nuestros y de los otros, debemos enfocarnos en la emoción o las emociones que los posibilitan. 

Es posible llevar a cabo un entrenamiento adecuado para conocer, identificar y gestionar emociones, que comienza con preguntarnos ¿Por qué hago lo que hago?

Una pregunta que siempre podemos hacernos. Y si queremos, siempre tiene una respuesta. Pero además, abre el camino hacia nuestra libertad y nuestro bien-estar.