Querida Julia, no sé cómo empezar esto sin sentir un nudo en la garganta. Lo que te voy a decir no busca borrar el pasado ni justificar lo que hice, solo pretende ser un acto de honestidad que te debía desde hace mucho tiempo. Te pido perdón. De corazón. Por cada mentira que dije, por cada palabra falsa, cada historia manipulada, cada imagen que inventé. Fueron asquerosas mentiras, y hoy me avergüenzo profundamente de cada una de ellas. Saber que dañé a una persona como tú me duele más de lo que puedo expresar.
En ese momento, cuando hice todo ese circo repugnante, era una adolescente completamente perdida. Tenía 17 años, una autoestima por el suelo, un vacío interno que no sabía cómo llenar, y un miedo inmenso de ser rechazada si mostraba quién era realmente. En lugar de pedir ayuda o ser sincera, decidí esconderme detrás de una versión falsa de mí misma y se transformó en un tren de mentiras que no pude detener. Esa decisión equivocada me llevó a herir a personas que no lo merecían, como tú. Hoy, muchos años después, puedo ver lo grave que fue todo. He cargado con culpa, vergüenza y el arrepentimiento de haberte hecho daño. No soy la misma persona. Gracias a la terapia, al apoyo de mi pareja y, sobre todo, a Dios, he podido empezar un proceso de sanación y transformación. Estoy trabajando cada día para ser una mejor mujer, una mejor persona, alguien que actúe desde la verdad.
No espero que confíes en mí de nuevo, ni que me perdones de inmediato, ni quizás nunca. Pero necesitaba que supieras que reconozco lo que hice, que me duele profundamente, y que estoy arrepentida.
Gracias por todo lo que diste en su momento, y perdón por haber respondido a tu cariño con mentiras.
