Hoy me enfrento a ponerle fin a lo que alguna vez llamamos "nosotros". Han pasado días, semanas, incluso meses desde que nuestras vidas tomaron caminos divergentes, y en medio de este silencio ensordecedor, he llegado a una conclusión dolorosa pero inevitable.
Durante mucho tiempo, tu ausencia se convirtió en una presencia constante en nuestras conversaciones, en los momentos compartidos que ya no lo eran tanto. Cada día que pasaba sin tu activa participación en esta relación, sentía cómo se desvanecía un poco más la chispa que alguna vez nos unió.
El tiempo ha demostrado que la pasividad se ha apoderado de nuestros vínculos, dejando solo un eco vacío de lo que solíamos ser.
Hoy, al escribir estas palabras, me doy cuenta de que no puedo seguir aferrándome a un fantasma del pasado, a una versión de nosotros que ya no existe. Mi corazón se ha cansado de esperar en vano.
No te culpo por tus ausencias, entiendo que la vida nos lleva por senderos desconocidos, que a veces nos perdemos en el laberinto de nuestras propias emociones. Pero también entiendo que el amor requiere acción, compromiso y presencia constante.
Así que hoy, con el peso de la resignación y la tristeza en el alma, debo despedirme de ti y de todo lo que fuimos. No lo hago con rencor, sino con la tristeza de destruir todo lo que construimos juntos
Te deseo lo mejor en tus futuros caminos, que encuentres la paz y la felicidad que tanto mereces. Que este adiós marque el inicio de nuevos horizontes, de nuevas oportunidades para ambos.