Suspiré y me senté en el sillón, un poco cansada. No pensaba admitir que me decepcionaba no haber pescado nada durante toda la noche.

-Vamos, no te pongas asi- trató de consolarme mi mejor amigo- ¿para qué necesitas una pareja de una noche cuando tienes al vato más guapo de la fiesta dispuesto a perrear contigo?- me dijo mientras se sañalaba a si mismo con una sonrisa de suficiencia.-

-Gabriel de verdad que ahora no es un buen momento-solté tratando de no sonar irritada aunque probablemente fracasé.

-¿Gabriel?- expresó junto con una mueca de desagrado- Solo me llamas por mi nombre cuando algo esta mal, ¿Qué pasa Liv?-me miró preocupado y dejó el vaso con alcohol que hasta ahora tenia en las manos en la mesa.

-Me dijo que iba a venir...- casi sollocé, mirándome las manos.

No necesité decir otra cosa, el sabía de lo que estaba hablando.

-¿El?- dijo con una expresión de incredulidad- Liv, ya sabes que no es bueno para ti que te acerques a el,-dijo mientras buscaba mi mirada con lo ojos, pero yo la aparté- Y no te pone triste que no cumpla con su palabra por que sabes que nunca lo ha hecho, te molesta que a pesar de que finges que no te interesa lo extrañas y es normal con todo lo que pasó hace un año. Y te molesta más que él ande por la vida como si nada hubiera pasado.- Me giré hacia el desconcertada por sus palabras tan acertadas. 

Y sin quererlo, mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas. En cuanto me di cuenta, las aparté con rabia.

-¡Puta madre ya no quiero llorar, se me va a arruinar el delineado!- mencioné al borde del colapso.

-¿De verdad eso es lo que te ...?-se calló de golpe al darse cuenta que de repente toda la gente se calló de golpe mientras miraban la entrada.

Ni siquiera había volteado cuando un escalofrío me recorrió toda la espalda, sentí mi boca seca, calor, frío y al mismo tiempo miedo. Sentimientos muy opuestos a decir verdad. 
Levanté los ojos al sentir ese familiar sentimiento cuando lo vi.

Al dueño de mis sueños y mis pesadillas.