El tiempo corría, y quería hacerlo caer en las trincheras de las agujas del reloj. No contaba con conciencia sobre ello, y se negaba a aceptar que la llamada de su nombre se había esfumado a un simple susurro de lo que había sido en su momento.
Se había desplomado contra una pared, deslizándose hacia abajo y fusionándose con parte del moho que lo llevaba hacia las profundidades que antaño lo habían sacado.
El frío llega, se filtra y traspasa su piel mientras avanza por la vía intravenosa, llevándose la vida de su agraciada víctima, mientras desaparece del crimen con su frívola sonrisa