El sonido de las pisadas y la tenue brisa agitando la flora que les rodeaba llegaba a sus oídos como un pequeño arrullo, con su sentido de la vista bloqueado gracias al escarbato, todo en lo que podía concentrarse eran los diversos ruidos del sitio donde su cercano lo guiaba. Intentaba ser cuidadoso en su caminata, pues no deseaba tropezarse y hacer que los tres se cayeran, también asegurándose de afirmar bien con su otra mano a Waffles, quien se había comprometido con la tarea de impedirle ver en lo absoluto.
Desconocía con exactitud cuál fuese el motivo de aquel paseo nocturno, sin embargo, eso no evocaba sensación alguna de nerviosismo o desconfianza en su persona; al contrario, eran puramente entusiasmo y curiosidad las emociones presentes en él. Ya que, tenía la certeza de que sea cual sea la sorpresa preparada por el azabache, esta le gustaría. Confiaría en él sin importar de qué se tratase, como siempre hacía.
En cuanto se le permitió ver nuevamente, parpadeó un par de veces para enfocar su mirada en el pajarito ─no sin antes, colocar a Waffles sobre su hombro para que reposase en este─, siendo inmediata la reacción de sorpresa y emoción entremezcladas en el rostro del castaño. Tuvo que cubrir su boca con la mano libre, para evitar que de sí escapara un gritito enternecido que pudiese asustar al ave. Consciente de cómo reaccionaba ante algo que le entusiasmaba, guardó silencio hasta el momento donde se le fue hecha la pregunta, dando un asentimiento por respuesta en primera instancia.