Estás roja como un tomate...—y fue eso lo que lo hizo caer en cuenta, supo que lo correcto era ir despacio, por eso mismo, en vez de simplemente arrancarle las bragas como pretendía hacerlo, comenzó a besarla justo encima de la tela, nada demasiado excéntrico, haciéndole dar cuenta de la humedad en los pliegues, sus largos dedos fueron retirando y deslizando por los muslos suaves por fin la prenda que lo detenía—